¿Generar modelos que intentan predecir el devenir bursátil?


esfuerzo baldío, “la cosa” es casi indescifrable en entornos dinámicos no lineales. 1ª parte.


Allá por el siglo XVI, coincidiendo con la época de la Reforma Protestante, con la propuesta heliocéntrica de Copérnico y con la conquista de la mayor parte de América, en el ámbito matemático, Europa avanzaba pausadamente tras la introducción del sistema decimal, pocos siglos antes. Italia, por aquél entonces, era punta de lanza en el terreno científico, ocupando en buena medida el rol de generador de ideas (posición que en nuestros días es ocupada por el mundo anglosajón). Concretando al ámbito matemático, me interesa destacar una curiosidad, ya que me dará juego en el resto de esta epístola. Con la creatividad por montera, los italianos, signaban la variable o incógnita de cualquier ecuación con la certera expresión “la cosa”.


Continuaré algo más por este terreno, con la esperanza de que el desenlace aporte una socarrona y evidente conclusión.
También “la cosa” aparece en el concepto de FUNCIÓN. Antes de la llegada de la teoría de conjuntos, se definía la función como una relación entre variables, es decir, una variable que depende de una o más variables independientes, con la notación y = f(x).


Esta relación era interpretada en un sentido operacional, esto es, definir una función equivalía a concretar una forma de calcularla. El concepto de función era inseparable de la idea de FORMULA.


Hoy día sabemos que la definición de función ni siquiera implica la existencia de una fórmula. Realicemos una aproximación empírica: para medir la dependencia de alguna variable en función de otra, lancemos una pelota al frente y anotemos el tiempo T que tarda en tocar el suelo y la distancia D recorrida. Efectuaremos este experimento acumulando lanzamientos hasta obtener una tabla en la que tendremos el tiempo que tarda en tocar el suelo y la distancia recorrida.


Para cada valor de T tendremos un único valor de D. Podremos realizar todos los lanzamientos que queramos y aún así será un número finito, que nos aboca a que todo lo que puedo conocer de esta función es su comportamiento para algunos valores de la variable. Aún a sabiendas de este evento, el que ha realizado el experimento, tiene el derecho (aunque no tiene de su parte una lógica razonada) de creer que la fórmula que explicita la variación de “la cosa” (D) en función de T existe, aunque él no la conozca. Es el momento entonces de plantear distintos modelos que se adapten de la manera más precisa a los valores obtenidos en la fase experimental, e incluso puede llegar a sostener que alguno de ellos se corresponde con la “verdadera” fórmula.


De este punto a dar el salto al vaticinio solo queda un pingüe pasito y si conseguimos adornar y acompañar el pronóstico con nombres comerciales de bancos o con títulos académicos, más credibilidad se consigue entre el ciudadano de a pie.


Trasladen el experimento de lanzar la pelota y medir el tiempo y la distancia a las bolsas y transfórmenlo en un proceso temporal en el que vamos reuniendo cotizaciones. O vayamos incorporando variables (“la cosa”) macroeconómicas o de la microeconomía para generar modelos que, en base a los inputs, aporten la ilusión de control que nos permita lanzar pronósticos.


Como decía antes, el generador del modelo tiene derecho a creer que su modelo va a predecir el futuro, al igual que cualquiera tiene derecho a creerse Napoleón, está en nuestra mano, huir tan rápido como podamos de aquellos que pertrechados en estos razonamientos, y en estos marcos conceptuales, intentan trasladarnos certezas.


Los que lleven tiempo leyéndome ya saben que mi vocación es generar conciencia sobre lo aleatorio e invaticinable que es el ámbito bursátil. El que algo sea improbable no quiere decir que sea imposible. Por esta razón me embarqué hace un par de años en algo que comenzó como investigación básica y que ha terminado como investigación aplicada al terreno de la inversión neutral a mercado.


Si asumo que medro en entornos dinámicos no lineales (los mercados financieros, la meteorología…), no tiene sentido lanzar augurios a plazos largos. Sin embargo si es lícito lanzar conjeturas a plazos cortos, aunque con la precaución y la obligación de intentar refutarlas lo antes posible. Es por esto último que el análisis técnico puede tener razón de ser, y es también por esto por lo que el análisis fundamental se encuentra bastante perdido, sobre todo el análisis que le llega al pequeño inversor fruto del aparato mediático de esta industria. Me consta que las casas de research norteamericanas si generan sesudos y certeros razonamientos, aunque su destino son los institucionales y no terminan alcanzando el pequeño inversor, salvo por la labor desinteresada de algunos irreductibles, tipo Cárpatos, que consiguen lanzar un puente entre esta información de alto nivel y el pueblo llano.


Mientras el marco conceptual y metodológico en el que me mueva sea este, debo alertar sobre los riesgos de la inversión direccional (aunque el riesgo se puede proteger, es la incertidumbre la que no se puede garantizar), y apuesto por la inversión neutral a mercado, como entorno en el que opero más cómodo, en el que he generado una herramienta prometedora y en el que apenas hay información en nuestra lengua vernácula. A partir del jueves 4 de junio tendrán en la web de financialred un video en el que me entrevistan y en el que intento desmenuzar en que consiste el pair trading, también llamado long short y que entra en la categoría de inversión neutral a mercado. Mi intención es seguir dando la lata por esta vía.


Bajando del terreno metafísico, con el que suelo iniciar estos artículos, a la cálida realidad primaveral en la que nos encontramos, se aproxima el vencimiento trimestral de opciones y futuros de junio con unas bolsas que, aunque continúan con niveles de sobrecompra extremos, no dan muestras de debilidad en el corto plazo.




Continúa en el siguiente post




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