OSCAR WILDE tuvo que ser un personaje genial. Entre los muchos aforismos que generó hay uno que me ha marcado desde que lo leí. Dice así, «de pequeños los niños idolatran la figura de sus padres, en la adolescencia los cuestionan y en la edad adulta, algunas veces los perdonan».
Sublime. Probablemente una de las primeras citas que anticipan lo que varios siglos despues hemos dado en llamar TEORÍA DEL CAOS.
Me explico. La teoría del caos, entre otras muchas hipótesis de trabajo, defiende que sólo al final del proceso tendremos suficiente información como para valorarlo. ¿No es precisamente lo que viene a decir el aforismo del insigne Oscar Wilde?
Pues bien, realicemos ahora el siguiente ejercicio imposible. Imaginen que el que manuscribe estas líneas tiene por progenitores al duo Reagan – Thatcher, algo imposible ya que no procrearon juntos, aunque
a mi me va a dar un juego estupendo ya que me habilita para realizar la inferencia que quiero hacerles llegar.
Como bien resalta el adagio de OSCAR WILDE, en mi infancia vanagloriaría la figura de Reagan y Thatcher. Serían mis referentes y además eran personajes de reconocido prestigio por lo que, a mi entender de infante, tendrían que ser excepcionales.
Por fortuna, la infancia sólo es transitoria (aunque a veces lo dudo ante el comportamiento de multitud de adultos Homo sapiens) y en algún momento alcanzamos la adolescencia. Interesante etapa esta en la que vamos descubriendo buena parte de las mentiras, mitos, leyendas y preconceptos que la sociedad, en connivencia con nuestros padres, han estado esculpiendo en nuestro encéfalo.
Sin embargo, también es una etapa en la que la mayoría de individuos se cuestiona buena parte de lo aprendido y como evidencia el aserto de Oscar Wilde, también cuestionamos (aunque muchos adultos no quieran aceptarlo) a nuestros progenitores.
Pasada la adolescencia, nos adentramos en lo que se llama edad adulta. Periodo extenso en el que la valoración de lo que hemos ido descubriendo es inviolable.
Cada uno en su fuero interno realiza estas valoraciones, continuamente ponemos todo en la balanza y unas veces el veredicto es de absolución o de culpabilidad.
Me reservo el veredicto que yo he realizado sobre mis progenitores reales aunque el asunto que aquí intento relatar cursa sobre la hipótesis de haber tenido como ascendientes directos a los «cuasipadres» del monetarismo o más bien dicho, a los mandatarios políticos que más influyeron para que las doctrinas económicas de esta corriente de pensamiento dominaran el stablishment económico en los últimos 30 años.
El preceso está muy avanzado, son más de 30 años de políticas económicas que globalmente, en los países occidentales, podríamos definir como monetaristas y en algún momento habrá que hacer una valoración, racional para los que ya se encuentren en la edad adulta o subjetiva para los que aún transiten por la «infancia hipotético-deductiva».
Ya hemos transitado por la «adolescencia» y nos encontramos en plena «edad adulta» por lo que alejados de la «infancia» en la que pude ensalzar la labor de mis padres «Reagan – Thatcher» y con tiempo suficiente para cuestionar las decisiones tomadas en los últimos decenios, por higiene mental debo ubicar en la balanza los pros y contras de la doctrina apoyada vehementemente por estos personajes, para alcanzar algún tipo de veredicto con el que perdonar o culpar su modus operandi.
En mi caso, el cúmulo de acontecimientos y consecuencias de tan ineficiente política económica inclinan radicalmente la balanza hacia el lado de la culpabilidad por lo que la consecuencia es NO PERDONAR.
Cada uno debe realizar este ejercicio, aunque primero habría que superar la edad infantil en la que se idolatra a los padres, sean como sean y se comporten como se comporten.
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